Facultad de Teología
PEM en filosofía
Curso: Filosofía Cristiana
Padre Denis Hurtado
En primer
lugar, el objeto de estudio es el ser humano, como sujeto de derechos y
obligaciones, un ser que es capaz de trascender de su “animalidad” hacia un
comportamiento bondadoso, constructor e integrador, gracias a su racionalidad y un conjunto de fenómenos internos del ser, en cuanto
procesos conscientes o inconscientes con los que se caracteriza su vida
interior como individuo, tales como percepción, aprendizaje, entendimiento,
voluntad, memoria, sentimientos, afectividad, entre otros. El ser humano tiene una inclinación natural
de “dejar huellas”, legados y constituirse en ejemplo o testimonio de otros, en
especial con sus hijos y seres próximos. Si bien no es un comportamiento
corriente, trata al menos una vez en su vida (sin distingo de clase, etnia o
circunstancias de vida).
Desde un punto de vista antropológico y social, el ser humano es la única criatura terrestre que puede también trascender ya que:
En general,
los grandes trascendentales antropológicos se fundamentan en temas como la
vida, la intimidad, la inteligencia, la conciencia y la libertad, están
abiertos y ordenados al ser y en presencia del sí-mismo, a la espiritualidad de
ser. Más aún, su ser “humano” no se concreta como tal, si no es por el espíritu
que le confiere esta abertura y recepción en su inmanencia del ser trascendente
como dijese Walter Kasper (1985).
La clave es la
aprehensión objetiva del ser-lo-que-es, de ser-activamente-en-el-mundo y de las
cosas-que-le rodean. En otras palabras, del ejercicio digno y libre de su ser
en el mundo, de la capacidad consciente de hacer o poder transformar-algo en
beneficio personal y de los demás o, de perfeccionar sus actos en algún momento
de su vida, no sólo de manera restitutiva o reconciliadora de su biografía.
Este proceso del ser-ético se logra mediante la realización o conquista de
bienes o valores éticos, de actitudes humanas, de conocimientos y creencias,
como aprehensión del ser propio (conciencia), del ser de las cosas
(inteligencia), a través de la libertad que le confiere su bien-ser, su
bien-estar y bien-hacer.
Sus teorías y su trabajo han
dejado una huella importante en el modo en el que durante décadas se han dado
explicaciones sobre el desarrollo en la infancia, la personalidad, la memoria,
la sexualidad o la terapia. Muchos psicólogos han sido influenciados por su
obra, mientras otros han desarrollado sus ideas en oposición a él, esto ayudando al desarrollo de cómo el hombre ha dejado huellas a través de su trascendencia.
Más tarde, Freud desarrolló un modelo de la mente que estaba compuesto por el ELLO, el YO y el SUPER-YO, y lo llamó el “aparato psíquico”. Tanto el ELLO, el YO y SUPER-YO no son áreas físicas, sino conceptualizaciones hipotéticas de funciones mentales importantes, que van ayudando al ser humano a trascender y poder dejar una huella.
Todo fluye según el aparato
psíquico, es el nombre que utilizó Sigmund Freud para denominar a la mente
humana. En una de sus teorías para describirla, Freud alude a los lugares en
los que ocurren los diferentes procesos psíquicos y habla de cómo la mente se
organiza y se divide en distintos sistemas interconectados entre sí, cada uno
con características y funciones específicas, para lograr una verdadera trascendencia humana.
En el nivel consciente se encuentran todos los pensamientos, emociones y acciones directamente relacionadas con la realidad: es el sistema más accesible para nosotros, mediante el cual nos relacionamos con los estímulos externos o internos a través de los sentidos. Este sistema está relacionado con la memoria a corto plazo y representa nuestra percepción en el momento presente, tanto de nosotros como del entorno. Sin embargo, la percepción es subjetiva y diferente para cada persona, lo que explica que no solo percibimos a través del sistema consciente, sino que el sistema preconsciente e inconsciente también están involucrados en este proceso y es por eso que a veces la realidad puede verse distorsionada.
El nivel preconsciente es el que se encuentra entre el inconsciente y el consciente. Representa a todos los sentimientos, pensamientos, fantasías, etc. que no se encuentran en la consciencia pero que fácilmente se pueden hacer presentes. Es el caso de recuerdos que teníamos olvidados, pero de los que nos acordamos solo cuando alguien nos habla de ello o a lo que nos referimos cuando utilizamos la expresión “lo tengo en la punta de la lengua”.
El sistema inconsciente es el nivel menos accesible de la consciencia. En él se encuentran todos los sentimientos, vivencias, deseos, etc. que suponen un conflicto para nosotros y que están reprimidos. Esto es así debido a que la intensidad y el contenido de los mismos está asociado a emociones displacenteras y sufrimiento y por tanto los alejamos de la consciencia como mecanismo de defensa. A pesar de que lo que se encuentra en el inconsciente no es fácilmente accesible y está oculto para nuestra consciencia, nos influye notablemente y se manifiesta en forma de síntomas, sueños o actos fallidos, entre otros.
Para hablar sobre su teoría, Freud hacía alusión a un iceberg en el cual la punta saliente sobre el nivel del mar representa la parte consciente, la franja ya sumergida pero más superficial se corresponde con el nivel preconsciente y el resto del iceberg, es decir, la parte más profunda, es equivalente al inconsciente.
Surge de una situación concreta: el hombre se encuentra frente a problemas nuevos, exclusivos, que no se hablan planteado nunca con tal radicalidad en la historia. Los cambios introducidos por los descubrimientos científicos, el dominio cada vez mayor sobre la naturaleza, el poderla de la energía atómica (podría decirse de la amenaza atómica), la conquista del espacio, las crisis políticas y los conflictos sociales, el despertar de los pueblos colonizados, el hecho consumado de dos guerras trágicas y sobre todo el peligro de una tercera, conmueven las entrañas del mundo contemporáneo. Tomamos conciencia de la precariedad de las estructuras que nos sustentan y de la vertiginosidad con que se operan las transformaciones dando espacio a una trascendencia coherente.
Libertad y trascendencia
encontrarán su máxima significación en la historia, más aún, es posible afirmar
que de ésta reciben toda su significación. Pero marxismo y cristianismo
encuentran en ellas motivo de profundos desencuentros. Veremos que también de
grandes coincidencias.
La perspectiva
cristiana de hombre, considerado como ser libre y en relación con una
trascendencia absoluta, proporciona una imagen histórica del mimo, que en
nuestros días inicia una ruptura con la tradición inmediatamente anterior,
presentándose como la exigencia de una renovación teológica. Es importante
tener en cuenta esto, porque las críticas a la religión de Feuerbach y Marx
están dirigidas contra la institucionalización alienante de la fe religiosa, y
con estas críticas están de acuerdo incluso algunos cristianos. Pero el hecho
de que soplen vientos de renovación, funda la posibilidad de interpretar la
libertad religiosa desde otra perspectiva más original y profunda. El
descubrimiento esencial de Marx es haber comprendido el significado histórico
de la alienación y haber encontrado en los actos humanos que se hallaba
aparentemente suspendido sobre las cosas y las situaciones históricas,
mostrando al hombre la posibilidad de retomar su propio destino.
Nos brindan
dos concepciones optimistas de la. historia. En el primer caso, el hombre debe
luchar en el presente soñando con un futuro venturoso; en el segundo, el hombre
se realiza como tal dentro de la historia, si bien no puede actualizar en ella
todo su ser. Para el marxismo, la libertad del hombre es el comienzo de la
historia; para el cristianismo, la posibilidad de su totalización se da con el
fin de la historia. En ambos casos, el hombre no es todavía el que debe ser.
Por eso se plantean problemas no sólo teóricos sino también prácticos para
resolver, y se ve la necesidad de no desperdiciar los numerosos puntos de
contacto que ha descubierto el diálogo.
En la Filosofía, la trascendencia es lo opuesto a la inmanencia. Como tal, el concepto de trascendencia hace referencia a aquello que se encuentra más allá de la conciencia, por encima de sus límites naturales. De allí que haya asociado a la idea de superioridad. De hecho, en un principio, el término se vinculaba a la naturaleza de lo divino y su relación con el mundo. Desde el punto de vista de la metafísica, la trascendencia se refiere a aquello que no forma parte de la realidad tangible y que, en este sentido, se considera infinitamente superior. Para Kant, por su parte, la trascendencia es la capacidad de la razón para acceder a un nivel de conocimiento superior de los objetos del mundo.
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